miércoles, 25 de noviembre de 2009

Mario Martìn "Invidente"

Anécdota de un invidente.

“Amigo, hay gente que a pesar de ver, no ama la vida. Triste verdad.”

Él, se encontraba en su esquina preferida. Yo, caminando sin rumbo aparente para variar. Apunto de cruzar la calle escuché una versión completamente apócrifa del clásico “Strangers in the night” de Frank Sinatra. La gente pasaba al lado del músico invidente sin apenas darle importancia a su interpretación. Consecuentemente no le dejaban ninguna moneda a modo de estipendio.

Me quede observándolo un buen rato en el cual amenizó a la concurrencia con diferentes versiones de autores que en los años setenta y ochenta cosechaban sus merecidos laureles.

Se atrevió hasta con el mismísimo Louis Armstrong. Versionando esa canción que tantas veces hemos tarareado “What wonderful world”

Como suelo hacer, le invité a un café que me aceptó gustosamente. Después de las presentaciones pertinentes empezamos un dialogo del cual guardo muy buenas impresiones…



.- Amigo, usted debería vivir de la música.

.- ¡Ay! Dios le oiga.

Me dijo con cierta displicencia.

.- Veo que sus instrumentos no son digamos… profesionales.

Empieza a sonreír. Primero tímidamente y a continuación a carcajadas.

.- Pero no suenan mal, ¿verdad?

.- A mi me ha gustado.

Algunos instrumentos están fabricados por usted…

.- Así es. Las panderetas, son fáciles de hacer. Hay que reciclar o eso dicen en la radio.

Usted debe de ser un gran oyente de la radio.

.- La radio es algo mágico. Me hace imaginar muchas cosas que sin oírlas, no las intentaría comprender.

.- Dígame algo que usted se ha imaginado gracias a la radio.

.- La puesta del sol.

Su respuesta es rápida y tajante. Me quedo en silencio y Mario sigue hablando…

.- Para alguien que la ve a diario, llega un momento que no tiene importancia. Para uno que no la ha visto nunca y seguramente nunca la podrá ver, el poder imaginársela es el todo.

Se pierde la luz del día y la noche tiene su propia luz especial.

.- Sabe… me gustaría aunque solo fuese por unos instantes poder ver una puesta de sol.

.- A veces los que vemos, no sabemos el cómo perdemos el tiempo viendo cosas absurdas.

Mario está casado. Tiene tres hijos con Evelia. .- Los tres nacieron con la vista concedida. Aunque antes de nacer nos hicimos unas pruebas y los doctores que nos trataron nos hablaron un porcentaje muy alto de posibilidades de que nacieran sin problemas.

Sus tres hijos, trabajan. No hay dinero para la universidad. Solo necesidades para subsistir.

Al cabo de una hora llegó Evelia, su señora. Alguien le comento que Mario se encontraba en el café donde siempre desayuna. Se sienta a su lado mientras Mario sigue revolviendo el azúcar que acaba de verter en su segundo café.

.- Así que usted es fotógrafo. Debe de ser bonito. Eso de ver algo que a uno le gusta, hacer una fotografía y poder mirarla siempre que uno quiera. Así la belleza siempre está al alcance de uno. ¿Verdad?

Tal afirmación me dejo casi mudo. Nunca había pensado ni analizado el visionar una imagen captada desde ese prisma tan personal.

.- Tiene usted toda la razón.

Mario, toca muchas piezas con una flauta fabricada en Cina. De plástico. Parece un chiste pero suena bien. También tiene un acordeón que se lo regaló un payaso de un circo mexicano que recién se jubilaba.

.- Un buen amigo, oiga. Un gran amigo. Lo conocí un día así como a usted. Me invito al circo. Me sentó en la tribuna. No vi nada pero no deje de sonreír durante toda la función. La de veces que había imaginado escenas de los trapecistas, los domadores, los equilibristas y los payasos a través de mi querida radio.

.- ¿Y fue como usted se lo imaginaba?

.- Mucho mejor. Ahora además de imaginarlo y sentirlo, pude palpar la lona de la carpa del circo. El olor de las gradas, las sonrisas de los niños al salir los payasos tantos pequeños detalles que:

A Mario se le humedecían los ojos. Cogió su acordeón Bompezzo y me obsequio con unas notas que me recordaban el maravilloso mundo del circo.

Nos despedimos. Sentí mucha alegría por ese encuentro tan fugaz que mantuvimos. Los caminos eran diferentes, pero la sensibilidad de un instante efímero nos acercó en el momento preciso.

Nos despedimos después que Evelia me diese su dirección. Allí le envié dos fotografías. La que veis aquí y una segunda mientras tocaba el acordeón.

Algunas personas tienen el don de lograr que reflexionemos después de escuchar sus palabras. Mario lo consiguió conmigo.

Fuente de información:

Anécdota publicada el día 17 de agosto 2009 en el blog de JAN PUERTA


Lety Torres Hdez.

1 comentario:

  1. interesante cronica, definitivamente en muchas ocaciones no nos detenemos a mirar a nuestro alrededor y contemplar las cosas, simepre que lo hacemos terminamos criticando las cosas, o haciendo malos comentarios de lo que hacemos, sin pensar mas alla, se que muchas veces lo que vemos no nos gusta, pero si comtemplaramos las cosas que valen la pena como los colores, los niños jugando, el juego de luz y sombra de las hojas de los arboles, o como dice la lectura una simple puesta de sol y la salida de las estrellas podriamos desestresarnos por unos breves momentos.

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